San Fructuoso

 

  Fructuoso, Obispo de Braga, más comúnmente conocido como Fructuoso del Bierzo, nació en el último decenio del siglo VI, o primeros años del VII, en el seno de una familia goda de la nobleza, probablemente en la corte de Toledo o en El Bierzo, León. Fue un monje y obispo godo del siglo VII, venerado como santo. Murió en Braga el 16 de abril de 665.

  Se conoce de su vida por Valerio del Bierzo, uno de sus discípulos, monje copista y escritor, que escribe su biografía inmediatamente después de su muerte. En esta Vita Sancti Fructuosi se destacan casi únicamente los aspectos de la vida monacal, olvidando su actuación como obispo que hubo de tener gran importancia y su intervención en la vida civil y religiosa del reino visigodo.

  Fructuoso , huérfano en la adolescencia, decidió abandonar los atractivos de la corte y retirarse a la vida solitaria. Su familia poseía algunas propiedades en El Bierzo, y allí decidió retirarse, a imitación de los ermitaños orientales. Pero antes fue al lado del sabio obispo de Palencia, Conancio, junto al cual aprendió de las Sagradas Escrituras y música, viviendo algún tiempo en la escuela episcopal de la ciudad.

  De su actuación como Obispo se conoce poco, sin embargo, a instancias suyas se construye una iglesia dedicada a San Salvador, que hoy es San Fructuoso de Montelius, una de las más originales y discutidas reliquias de la arquitectura visigoda, junto a la cual fue enterrado.

  Al morir Fructuoso, el arzobispo de Compostela Diego Gelmírez, en el año 1102, sacó el cuerpo venerado del Santo de la ciudad de Braga, por la noche, ocultamente, y huyó con él hacia Santiago de Compostela donde fue enterrado solemnemente en la cripta de la catedral. La iglesia compostelana celebra la solemnidad litúrgica de la traslación el día 16 de diciembre. Hoy se venera en la Capilla de las Reliquias de la misma catedral.

  La importancia de Fructuoso para comprender la espiritualidad de la Galicia sueva es fundamental. Padre del monacato hispánico, viajero infatigable, fundador de multitud de monasterios, sus dos reglas de vida monástica, la Regula monachorum y la Regula monastica communis, pueden considerarse como las más difundidas posteriormente por la península. Después de él, aun en los propios centros fructuosianos triunfaron otras reglas europeas, particularmente la benedictina; sin embargo, muchos de los monasterios por él fundados han pervivido hasta época reciente. Fructuoso, conocedor del monacato oriental, de las reglas europeas, y de las normas isidorianas, las refundió todas dotándolas de una originalidad tal que, frente al latente latinismo de la Regla de San Isidoro, podemos considerarlas propias.